lunes, 16 de mayo de 2011

La contracción del hambre

El primer síntoma ya lo reconozco.
Un inmenso globo desinflado ha invadido el interior de mi tóraz.

La casa ha crecido descomunlamente.
Y las nubes se ciernen pesadas, aunque hoy parecen luminosas, no me engañan. Son las mismas nubes tristes de aquella vez.

El aire está fresco, y yo he exagerado en el abrigo. Siento que necesito calor.

Los sonidos parecen relatar colapsos prontos, o proféticas cerradas de puerta.
El turbio maizal del televisor parpadea.

Volvamos a los pájaros, ya no parecen un coro sino un aleatorio caos de silbidos.
Espaciados, solo ejecutando su ponzoñosa melodía cuando vamos a olvidar que existen.

El énfasis con que el árbol de enfrente tira sus hojas hacia abajo me obliga a reconocer que también él está en huelga, que realmente es un plantón.

El descascarado muro otea el horizonte de mis ojos ya limpios... ojos que ven con más claridad este 16 de mayo.

Post nuclear.

Si me quedo sentado aquí, no comienzo la reconstrucción.

Espero que la primera ducha de la mañana se lleve cual tsunami la noria.